Páginas

viernes, 19 de febrero de 2010

Sensaciones

Tumbado en la fina hierba, adormecido por el atardecer, reposaba evadiéndose de la rutina diaria de su vida. Bajo un gran árbol ancestral, contemplaba el murmurar de las hojas al compás de la suave brisa. Su oscuro cabello, lacio y brillante, acariciaba su rostro; sus ojos verdes reflejaban una gran tranquilidad. Es su lugar favorito, donde siempre escapaba del mundanal ruido cotidiano, donde sólo él podía apaciguar su alma, donde siempre conseguía reponer sus fuerzas y adentrarse en su paraíso.

Algo rompe su tranquilidad, algo atrae su atención, ¿Cómo es posible? Sólo él conoce de ese lugar, un rincón apartado que, si no sabes dónde está la entrada, jamás lo encontrarás. Se incorpora, con cautela mira hacia un lado, no ve nada, despacio, mira hacia el otro lado y, es entonces cuando, en la orilla del pequeño lago, puede diferenciar la figura de una persona.

Una joven, de cabello largo y brillante, de mirada triste y desconsolada, viste un delicado vestido de seda en color azul cálido y, sus pies desnudos, juguetean con el agua. Ella no se ha dado cuenta de su presencia, está absorta con su juego, sus sandalias bailan lentamente al ritmo de sus dedos.




El chico se queda perplejo, la noche ha llegado y la luna, reflejada en el agua, ilumina el rostro y la figura de la joven como si de un hada se tratara. Ella le mira, le sonríe y se incorpora lentamente, se dirige hacia él con un paso delicado y suave, como si no quisiera dañar el suelo y, cuando está a su altura se agacha, le acaricia la cara con ternura y le dirige unas palabras: “Gracias por preocuparte de mi bienestar”.

En el momento de sentir su mano sobre su mejilla, inconscientemente, cierra sus ojos con el fin de poder disfrutar plenamente de su caricia. El sonido de sus palabras es dulce, amable y cálido. Inexplicablemente le ha dado mucha más tranquilidad. Perplejo por lo que acaba de escuchar y sin saber a qué se refiere con las  palabras que le acaba de susurrar , al abrir los ojos, comprueba que la joven ha desaparecido, como si de un espejismo se tratara, abrumado, comienza a buscarla por todo el lugar sin obtener ningún resultado. Rindiéndose en su empeño y ya entrada la noche, se dispone a volver al mundanal ruido del que ha huido por unos instantes cuando, sin saber cómo ni por qué, siente que esa joven, le acompaña en todo momento. Comprende que ella es “La propia esencia de la tranquilidad que le reconforta ese lugar”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario