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martes, 29 de septiembre de 2009

En memoria de...

Isabel Ripoll Selva


 abu

Fuerte, luchadora, con un corazón tan grande como el mundo entero; una Señora de los pies a la cabeza.

Siempre atenta a que no faltara ningún detalle, cuidando de todos, dándonos su cariño y sabiduría. Tus tartas eran inigualables, tus detalles indescriptibles.




Son esos silencios que asustan,
y recuerdos que no volverán,
miradas que aún se buscan
y jamás se encontrarán.

Me enseñaste, junto a mis padres, a vivir las tradiciones familiares, tradiciones de una Murcia que, aunque no fuera tu ciudad natal, la consideraste como tal.

Cuando mis hermanas y yo pasábamos la noche en tu casa, siempre procurabas mantenernos entretenidas con esos “Juegos Reunidos” que guardabas en el armario como un tesoro.

Cuando te llamaba por teléfono y te decía “Abuela, hoy voy a comer contigo”, tú siempre preguntabas “¿Y qué quieres que te haga para comer?”, yo siempre respondía “Abuela, ¡¡Tu sopa de menudillos!!" Nunca probaré otra sopa como la tuya. Todos nos disputábamos las yemas que ponías y tú, muy prudentemente, las repartías para que todos tuviéramos la misma cantidad.


Los sonidos de la noche,
la oscuridad y la brisa,
la claridad en tus palabras,
la música de tu risa.

Viernes Santo, un día que te pertenecerá siempre, cada vez que me vaya a ver la procesión o que en ella salga, tú estarás en mi corazón. Esas manzanas rojas que siempre pedías para ofrecerlas a “La Cena”, siempre te acordabas de mí, siempre me guardabas una. Qué ilusión me hacía cada vez que iba y me dabas MI manzana, LA QUE TÚ ME COMPRABAS.

A pesar de los años, jamás te olvidaste de ninguna fecha señalada, si en algún momento teníamos dudas del día concreto (como por ejemplo el santo de Laura), sólo teníamos que llamarte para confirmar el día porque, tú nunca te olvidabas.

Envidiaba tu caligrafía, tenías una letra elegante y femenina; siempre procuraste no perder ese don. Sentada en tu silla, en la salita de tu casa, nos contabas  historias del pasado que, siempre nos encantaban. Leías mucho, te apasionaba. Esa imagen de ti, en ese lugar, con tu cabello blanco, muy bien arreglado y con esa serenidad y tranquilidad que transmitías, siempre permanecerá en mi mente y en mi alma.


En tu voz esa dulzura,
en el aire tu esencia
y en tus ojos transparentes
ese toque de inocencia.

Cuidabas el más mínimo detalle, me enseñaste a saber poner bien la mesa, con todos los cubiertos y todas sus copas; siempre que la ocasión lo requiere sigo esos consejos que me diste y procuro poner una mesa, digna de tus enseñanzas.

Mi último regalo para ti fue esa media docena de rosas que, ese día, te regalé delante de tanta gente, quise compartir con todos los presentes lo que sentía y siento; en él puse todo mi corazón.

Seguramente no he conseguido expresar todo lo que quería o de la manera que quería pero, si no es así, sólo quiero decir que, mujeres como tú hay pocas y que, tus enseñanzas, tus caricias y tus sentimientos, quedarán en todos nosotros para la eternidad. Has sido un ejemplo para muchas de mis decisiones y te doy las gracias por ello.


 Hoy sólo quiero decirte,
que al emprender tu partida,
no sólo apagaste tu luz
sino parte de la mía.

Justo antes de sentir morir una estrella, se observa la imagen mas hermosa del universo: Un tremendo crepúsculo se ilumina por unos segundos, destruyendo así a un pobre sol moribundo y, así, sus mares de lava, construyen su ultimo verso.

1 comentario:

  1. Acabo de leerlo y es precioso. Mientras lo hacía, ha llamado la tía Antoñita para preguntar si nos había afectado de alguna manera lo de las lluvias torrenciales que han caido estos días (g.a.D., no) y le he dicho que entrara eb tu blog y lo leyera, ya que a mí me era imposible, pues, como sabes, soy de lágrima fácil.
    Como sabes, aquí, en casa, en el aparador de la entrada, apoyada en la foto del abuelo, tenemos otra en la que estáis la abuela y tú, sonrientes. Qué guapas estáis. He querido pasarte una tuya, de la Navidades de 2005, que tgenía guardada en el portátil, pero como sabes, soy un poco (por no decir un mucho) tordo para esto del ordenador, y no sé cómo hacerlo, pues le doy a "copiar" y nada; he abierto una carpeta nueva y la he arrastrado a ella, con lo cual, la he perdido de su sitio original. En fin, me lo bajaré al despacho para ver si tu hermana o Paco pueden encontrarla y pasártela.
    Ya no tengo más espacio. Te quiero mucho, mucho.

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