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martes, 28 de abril de 2009

Viernes Santo II

Llegas a la Iglesia y se presenta el primer problema, ¿Dónde aparcas el coche?

-Esther, ¿Ves algún sitio libre en la zona azul?
-No, Elena, lo siento, como todos los años tendremos que aparcar el coche en el parking.

Así que, te dispones a aparcar el coche, sales del parking y ves, cómo en la calle de la entrada principal del Museo Salzillo están todas las cruces bien colocadas en sus soportes en el mismo orden que los pasos de la procesión.



Te acercas a la puerta de la Iglesia, imposible, hay demasiada gente esperando a que salga el Estandarte Mayor indicando que la procesión acaba de comenzar. En la calle, la Hermandad de Promesas colocada y preparada para salir.

Te emociones sólo de pensar que pronto volverá a ver el Sol esta tan querida procesión. Y llega el momento, sale, de la puerta principal de la Iglesia de Jesús, el Estandarte Mayor. Se te ponen los ojos llorosos de la emoción.

De repente, te dan un toque por detrás, ¡Anda! , ha llegado el reencuentro, vuelves a ver a tus compañeros de Hermandad, amigos que sólo se reúnen una vez al año, el mismo día, y casi a la misma hora. Te vas a tomar algo caliente, ¡Un café, por favor! y te abres paso entre la gente amontonada en la barra del bar.

Impaciente está llegado la hora en la que te tienes que colocar para salir. Vas al coche, abres el maletero y empiezas a cargar el "buche" con todos los caramelos que has comprado para repartirlos ¡9 kilos ni más ni menos!. Entre tu hermana y tú os acomodais los caramelos para llevarlos lo más cómodamente posible.

Sales, y soportas un poquito más la espera de poder coger la cruz, sí, esa cruz que llevarás durante 5 horas sobre tu hombro. ¡Y llega el momento! El mayordomo Celador de la Hermandad de San Juan empieza a repartir cruces. Eres de las primeras en cogerla, ¿Por qué? Porque de esa manera podrás colocarte de las primeras en la fila y así, una vez que acabe la procesión, podrás ver entrar en la Iglesia a Nuestro Padre Jesús, a San Juan y a la Dolorosa.

El momento ha llegado, colocadas en la fila, Esther delante de tí, te pones el capuz, te apoyas la cruz en el hombro y comienzas ese tan ansiado recorrido. Empieza la penitencia, ves a los niños cómo te dicen "Nazareno, ¿Me das un caramelo?" y tú, muy satisfecha metes la mano en el buche y le sacas una bolsita, sí, sí, una de esas bolsitas que la noche anterior preparaste con tanta ilusión, y cuando el niño la coge le dice a su madre "¡Mamá, si hasta tiene un huevo!" y la sensación que se tiene es inmensurable.

Cuando acabas el recorrido, entregas la cruz y vuelves a toda prisa hasta la puerta de la Iglesia para poder ver entrar a Nuestro Padre Jesús, comienzan a oirse multitud de aplausos, el público entusiasmado y tú, por dentro suspiras y dices "Ya volvió a su casa sano y salvo". Después ves entrar a tu querido San Juan y a la Dolorosa, siempre rodeados de Nazarenos y público espectante y emocionado.

Como colofón, los Paracas, Cofrades de Honor, se preparan para realizar su último paseo ante la Iglesia de Jesús, a páso ligero y al son de sus tambores.

Así acaba esta procesión que comenzó a las 8 a.m y que acabó a las 2 p.m.
Llegan tus familiares a preguntarte qué tal has ido en la procesión y, como no es de extrañar, te avisan tocándote el hombro, sí, ese hombro que ahora tienes dolorido, hinchado y marcado del peso de la cruz que, con tanta devoción, has llevado durante toda la procesión. Muestras una mueca de dolor y sonries diciendo "Un año más he podido acompañar a mi querido San Juan"

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